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viernes, 21 de mayo de 2010

PENSAR LA HEGEMONIA NEOLIBERAL. Por Pedro Karczmarczyk, integrante de CA La Plata

“Pensar la hegemonía neoliberal” 1






Pedro Diego Karczmarczyk

IdIHCS-Conicet-UNLP (Argentina)





Las presentes constituyen una serie de reflexiones sobre el concepto de una hegemonía neoliberal. Intentaremos señalar algunas tensiones internas de este concepto, las que tienen que ver con el conflicto entre los términos que lo conforman, “hegemonía” y “neoliberal”. En efecto, si entendemos por hegemonía una forma de poder que combina la fuerza y el consenso, en la que prima la el consenso sobre la fuerza, entonces la forma de poder neoliberal se nos aparece en muchas ocasiones como estando dominada por la fuerza, por el imperio de la fuerza económica y por tanto, como una forma de poder no hegemónica, sino coactiva. Intentaremos mostrar que estas tensiones son, naturalmente, una parte integral de su funcionamiento ideológico y de su circulación social, una parte de su complejo funcionamiento hegemónico. Nuestro trabajo será señalar la dimensión de sentidos impuestos subyacentes, sobre las que funciona esta apariencia. La comprensión de la hegemonía neoliberal que tengamos opera siempre en el momento de pensar un proyecto contrahegemónico.

Mucho de las presentes reflexiones, especialmente en lo que se refiere al marco en el que las mismas se inscriben, remiten al libro recientemente publicado de Emir Sader El nuevo topo. Los caminos de la izquierda latinoamericana2 y a diferentes colaboraciones aparecidas en Crítica y emancipación la revista de CLACSO editada por el propio Sader, que lleva publicados tres números. 3



Los años ‘90



Recuerdo haber leído en los ‘90, bajo el imperio de lo que en ese momento se llamaba globalización, en una revista de izquierda que usualmente incluía traducciones de la New Left Review y colaboraciones locales (la revista argentina El cielo por asalto) un artículo que analizaba las condiciones en las que ocurrían las pocas negociaciones salariales que podían responder al contexto globalizado. Uno de los casos analizado era el de los empleados de las aerolíneas (azafatas, pilotos, y demás personal). La clave de este éxito radicaba en que dichos trabajadores estaban en condiciones de construir asociaciones gremiales transnacionales.

El artículo estaba bien construido y registraba un hecho digno de ser registrado, aunque tal vez adolecía en cierto modo de la perversidad ideológica que poseen ciertos enunciados verdaderos. Es decir, si esa era la salida para los sectores populares y la clase trabajadora, un análisis ajustado de una experiencia como esa equivalía a sostener que no había realmente una salida. Las condiciones excepcionales que permitían a los trabajadores de las empresas aeronáuticas desarrollar este tipo de organizaciones equivalía a la afirmación de que la salida era una excepción y la carencia de salida la regla.


En los años noventa las condiciones de la negociación fueron objetivamente desfavorables parta los sectores populares. Fue el momento en el que ocurrió la desregulación y la mercantilización de esferas que hasta poco antes habían estado consagradas como derechos (laborales, de salud, educación, esparcimiento, etc.). Este proceso estuvo comandado por los procesos de privatización y reforzado por una retórica ligada a la idea de globalización de gran penetración en la sociedad. Esta retórica insistía con que la manera de salir del atraso y el estancamiento en las sociedades requería conseguir la radicación de inversiones extranjeras, que una vez radicadas movilizarían la economía, competitiva en el mercado internacional porque abierta desde el inicio al mundo, y que produciría un efecto virtuoso sobre la desigualdad social al generar, una vez iniciado el proceso de despegue de la economía, un efecto de derrame desde los sectores más altos a los más bajos de la sociedad. Con un discurso orientado en esta dirección se legitimaban las políticas gubernamentales orientadas hacia a estrategias de “seducción del capital”4, que hacía que los gobiernos se hicieran cargo de desmantelar los “costos laborales” (derechos laborales, seguridad social, jubilación, etc.) y prometieran sustanciales reducciones impositivas a las empresas.

En ese contexto el diagnóstico del artículo en cuestión, acerca de la necesidad de respuestas globales a problemas con una matriz también global, era acertado pero, de alguna manera, simultáneamente errado. Las respuestas estratégicas que pudieran detener el avance neoliberal, ejemplificadas allí adecuadamente con un tipo particular de acción colectiva, la asociación transnacional de trabajadores, no eran generalizables. En ausencia de la posibilidad cierta de concretar tales estrategias reivindicativas, cundió como una profunda desorientación en el pensamiento progresista, que perdió de vista la conexión de la situación de ese momento con una comprensión global de la coyuntura y con una comprensión de la matriz del desarrollo histórico, que había dominado al pensamiento de izquierda hasta entonces. Aparecieron así propuestas como la de “la tercera vía”, propuestas de humanizar el neoliberalismo con políticas sociales y transparencia en la administración de los recursos, cuya renuncia a abordar la cuestión del poder condujo al fracaso. El pensamiento de izquierda perdió entonces de vista la dimensión estratégica de la lucha social.

Tal vez quepa aventurar la hipótesis de que, con raíces en la experiencia de cambio del contexto en el que ocurrían las luchas sociales al que hemos aludido, y también atravesadas por la experiencia del terrorismo de estado en el Cono sur, y la situación defensiva que el mismo impuso, el pensamiento de izquierda llevó adelante un reemplazo de la matriz sociológica e histórica con la que operaba, por una matriz jurídica. La primera inscribe las desigualdades que el pensamiento de izquierda denuncia como efectos de determinadas circunstancias sociales, de manera que una acción sobre las causas sociales lo sería también sobre los efectos, que se verían así transformados. La segunda, en cambio, hace pie en la idea de un individuo abstracto, poseedor de derechos. Los resultados de esta transformación del pensamiento de izquierda en un contexto defensivo se pueden apreciar en la centralidad que adquirieron para el mismo dos elementos hasta entonces ajenos al núcleo del pensamiento izquierdista: la democracia liberal representativa y la idea de los derechos humanos.5

El desafío actual probablemente sea reunir ambos momentos, conservando lo que la apertura del momento democrático abrió como ángulo de visión, la sensibilidad a las cuestiones de genero, las diferencias, las minorías, étnicas, sexuales, culturales, etc., la pluralidad, etc., dotando de sustancia a los derechos humanos, esto es, reuniendo la cuestión del derecho con la cuestión de sus bases sociales de sustentación, el problema de la “condiciones sociales de posibilidad de la universalidad”, sobre las que ha llamado la atención Pierre Bourdieu. Las nuevas políticas de la izquierda, las luchas sobre la universalización de los derecho deberías hacerse con un énfasis en la universalización, movilizando los recursos necesarios para ello, más que en el reconocimiento formal de los derechos. En este contexto, la lucha política es también una lucha semántica, se debe recuperar el concepto de democracia, entendiendo que “democratizar significa desmercantilizar”, comprendiendo que no hay tránsito continuo posible desde la esfera mercantilizada a la esfera de los derechos (el camino desde los “vicios privados” hacia las “virtudes publicas” dominante en el pensamiento liberal).

La situación se vio reforzada por el hecho de que los movimientos de resistencia al neoliberalismo no podían, en su situación defensiva frente a las políticas regresivas, ofrecer una salida estratégica, sino demandas puntuales que se perseguían con métodos de lucha nuevos, desplazando a la clase trabajadora (disciplinada por la desocupación y la consiguiente merma de la capacidad de negociación de las asociaciones gremiales) como principal agente dinámico de la lucha social, generando modos de protesta novedosos y nuevos sujetos o movimientos sociales (piqueteros, fábricas recuperadas en Argentina, MST en Brasil, Chiapas, movimientos campesinos-aborígenes en Bolivia y Ecuador, Paraguay, etc.).





Paradojas de la hegemonía neoliberal





El aspecto objetivo de la lógica neoliberal implicó, como hemos señalado, un cambio sustancial en la eficacia de los métodos de lucha de los sectores populares. Lo que había resultado más o menos efectivo en etapas anteriores, era ineficaz en el nuevo contexto. Es entonces como en el contexto de las privatizaciones el entonces presidente argentino Carlos Menem habló de “cirugía mayor sin anestesia” y en el caso particular de los trenes que iban a privatizarse, sostuvo que “ramal que para ramal que se cierra”. En el pensamiento de la izquierda esto generó, además de desazón, debido a la impotencia genuina para operar una transformación de la realidad o para detener los cambios en marcha, una pérdida mayor que puede caracterizarse como “pérdida del hilo de la historia” y del sentido estratégico de la lucha.

El neoliberalismo surge como consecuencia de la crisis del modelo económico keynesiano, debido a la tasa decreciente de ganancia del capital motivada por la sobrecompetencia y agudizada en los sectores hegemónicos más antiguos por el peso de su inversión fija en capital menos productivo (en vías de tornarse obsoleto tecnológicamente). Esto determina que estos sectores realicen una transferencia masiva de capital desde el sector productivo al financiero, dominada por la potencia hegemónica, la que puede, a través de este recurso, captar una masa mayor de plusvalía de la que puede captar dedicándose a la producción. El mismo factor que determina la transferencia al sector financiero determina la desregulación en cuanto salida que permita maximizar los márgenes de ganancia. 6

Un hecho determinante para pensar esta transformación es que la misma ocurre juntamente con la transición de un mundo bipolar (un bloque hegemonizado por Estados Unidos y otro bloque conducido por la URSS) a un mundo unipolar (un mundo o bien hegemonizado por Estados Unidos o bien conducido por un conjunto de naciones -Estados Unidos, Rusia, Unión Europea, China, Japón- que establecen un consenso hegemónico, dado que poseen entre sí hasta cierto punto intereses semejantes, y ejercen su dominación sobre el resto de las naciones) y que refuerza la orientación del proceso.

Como consecuencia, el modelo neoliberal que resulta, opera utilizando a su favor la fragmentación social que produce la desregulación (enormes masas de desocupados y subempleados, etc.). Pero esta utilización es frágil, porque convoca a sus bases de apoyo a través de beneficios -por definición transitorios- y no de derechos. Por ello el neoliberalismo tiene bases intrínsecamente frágiles para la construcción de hegemonías nacionales, debido precisamente a la fragilidad de sus bases de sustento social.

Ahora bien, si el neoliberalismo se sostiene en una capacidad hegemónica intrínsecamente frágil ¿eso significa que su lógica de funcionamiento y de reproducción es básicamente el disciplinamiento económico? ¿Es entonces una mera dominación (vs. hegemonía)?

La lógica de funcionamiento neoliberal, puesto que es fruto de la desregulación, tiende a presentarse de esta manera. Se presenta como una lógica desatada, es decir que se autosostiene, que se causa y se regenera a sí misma constantemente. Creemos que atender a la transformación desde un mundo bipolar con un modelo hegemónico regulador a un mundo unipolar con un modelo hegemónico neoliberal es crucial, porque la misma nos permite pensar a la lógica neoliberal como efecto.

Es decir, hay otra lectura posible de este fenómeno. La fragilidad hegemónica del neoliberalismo se combina con la solidez de la victoria ideológica de este modelo. Ya aludimos antes, a propósito de la noción de democracia, al hecho de que la lucha política es también una lucha semántica, es decir, una disputa por el sentido de los conceptos. Hablar de una victoria ideológica profunda del neoliberalismo significa que el modelo posee una capacidad de apelación al sentido común y a las necesidades comunes, para convertir a los individuos en consumidores que siguen “voluntariamente” la lógica del mercado en su vida diaria.

En consecuencia si atendemos a la solidez ideológica del neoliberalismo vemos que la fragilidad hegemónica misma queda insularizada en un océano de convicciones ideológicas que le imponen su dirección al proceso. Perry Anderson llama a esto “dimensión trasnacional de la hegemonía”, contrastándola con las dimensiones intranacional e interestatal, y alude a un trabajo del intelectual chino Wang Hui quien lo llama “política despolitizada”, cuyo principal efecto es desligar cualquier posibilidad de agencia popular en la esfera política. Wang Hui acuña la expresión “aparatos ideológicos del mercado”, aparatos que operan por medio de una interpelación que produce sujetos consumidores a través de los medios de comunicación, de la publicidad, etc., que como resultado de dicha interpelación, siguen “libremente” su identidad construida como consumidores.





La victoria ideológica del neoliberalismo





Ahora, si analizamos esta victoria ideológica del neoliberamismo, vemos que la misma posee diferentes dimensiones. Sin pretender ser exhaustivos, ni mucho menos sistemáticos, mencionamos aquí algunas de sus características salientes.

Por un lado, la representación dominante de la economía es la de una cuestión técnica, pero de una técnica autonomizada, como si los medios de los que se ocupan las técnicas pudieran establecer por su propia cuenta los fines. Análogamente, la albañilería es una cuestión técnica, pero no lo es para una familia decidir cuándo convocar a un albañil, a qué albañil llamar, ni para realizar qué tareas (¿una ampliación del comedor?, ¿una habitación más para los hijos?, ¿el baño?, etc.). En consecuencia, como esta técnica se ha autonomizado, cuando las recetas desregulatorias del libre mercado fracasan, la respuesta de los economistas neoliberales es siempre que los problemas no se debieron a la aplicación de la receta desreguladora, ¡sino a la aplicación insuficiente de la receta!

Por otra parte, la evidencia del homo oeconomicus, su reconocimiento inevitable como parte de la realidad, de tan inevitable reconocimiento como las condiciones desfavorables a la negociación a las que aludimos antes, se realiza de tal modo que al reconocerlo como dato de la realidad se desconocen simultáneamente los procesos de construcción del mismo. Procesos que son en muchos casos la destrucción de los lazos sociales solidarios y las construcciones culturales con las que estos lazos estaban entrelazadas de las que el homo oeconomicus emerge7. El reconocimiento del dato como dato supone el desconocimiento de la construcción del dato.

El filósofo Salvoj Zizek ha señado la profundidad de la victoria ideológica del neoliberalismo con su característica agudeza: la apariencia del avance inexorable hacia la destrucción del planeta se debe a la convicción ideológica de que una forma contingente de vida social es incambiable. 8

Estas escuetas observaciones alcanzan para retomar la paradoja con las que nos topamos al hablar de una hegemonía neoliberal. Creemos que está justificado hablar de una “hegemonía neoliberal”, en la medida en que la fragilidad hegemónica del neoliberalismo funciona quedando insularizada dentro de este océano de profundidad ideológica.



Proyecto contrahegemónico



Ha llegado el momento de preguntarnos, para concluir, ¿en qué puede consistir un proyecto contrahegemónico en este contexto? o bien ¿como cuestionar este horizonte ideológico que se presenta como pos-ideológico?

Creo que si el diagnóstico sobre la hegemonía neoliberal que realizamos es correcto, entonces su relevamiento crítico es una cuestión crucial: como decíamos al comienzo: la manera en que pensemos de la hegemonía neoliberal estará presente en la manera en que pensemos la contrahegemonía.

Por una parte, nos parece una tarea importante la de restituir a las evidencias en las que se funda la lógica sistémica del neoliberalismo su carácter de efectos. Evitar que los efectos se presenten como causas de sí mismos. Ya hemos señalado cómo a propósito de la lógica del consumo y del homo oeconomicus debemos pensarlos como efectos estructurales y no como causas. Pero este cuestionamiento no es ni única ni fundamentalmente una cuestión teórica o contemplativa.

Como hemos indicado, el paso del mundo bipolar al mundo unipolar (aunque conducido por un conjunto de naciones) es la mayor transformación en la correlación de fuerzas relevantes para las estrategias de lucha de los sectores populares. Vinculado a ello hemos señalado el carácter insular de la hegemonía neoliberal, que en cada sociedad funciona en un horizonte de hegemonía interestatal neoliberal y en un océano de ideología neoliberal.9

Puesto que la ruptura con la ideología profunda neoliberal no es una cuestión meramente teórica, debemos pasar a considerar cuál es el correlato práctico de estos reconocimientos teóricos. Hay una importante consecuencia que se relaciona con el hecho de que en un mundo unipolar interconectado, lo que es casi un negativo de lo que hemos sostenido acerca de la hegemonía neoliberal, podemos decir que no hay contrahegemonías insulares estables. Por ello, se hace necesario recuperar la dimensión estratégica para el pensamiento contrahegemónico: la lucha antineoliberal en el interior de las sociedades y la lucha por un mundo multipolar coinciden y requieren de recursos semejantes.

Recuperar la dimensión estratégica en el pensamiento progresista es una manera de “recuperar el hilo de la historia”, cuya pérdida fue una de las mayores derrotas ideológicas de la izquierda. Esto es, desarrollar un esquema para la interpretación de los fenómenos y de la acción en la realidad.

En el caso del libro de Emir Sader en el que nos hemos inspirado en estas reflexiones, los criterios de un pensamiento estratégico en el contexto latinoamericano parecen ser dos. Por un lado la distinción entre gobiernos que han desarrollado una política antineoliberal de ruptura, apostando a la refundación del Estado (de ahí la importancia que este autor concede a las reformas constitucionales en Bolivia, Venezuela y Ecuador) de manera de contar con un recurso adecuado para combatir los ejes centrales del poder neoliberal (la hegemonía del capital financiero, la dictadura de los medios de comunicación privados, la importancia relativa de los sectores ligados al agronegocio, el control privado sobre recursos naturales básicos, etc.) y gobiernos híbridos (Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, en diferentes medidas) que han desarrollado políticas sociales, desarrollos económicos centrados en el mercado interno, pero sin llegar a afectar los factores determinantes de la hegemonía neoliberal. Pero que sin embargo han desarrollado políticas de integración regional y han sido determinantes en el rechazo del ALCA en 2005. De alguna manera se trata de reconocer que la suerte de los primeros se juega en conjunto con lo que ocurre en los segundos. Por lo tanto, Emir Sader propone dos criterios globales que definen la cuestión estratégica, con los que se propone discutir la actitud tan difundida en la izquierda que parece quedar paralizada con las contradicciones de los procesos en curso.

Sader caracteriza en un párrafo a la izquierda brasilera que toma posición frente a Lula, pero la silueta que dibuja es fácilmente reconocible en otras latitudes:



La izquierda brasileña toma al gobierno de Lula como un enemigo fundamental. Poco le importa unirse a la derecha o aceptar la polaridad entre gobierno y oposición. Tiene en común con ésta la intención de debilitar al gobierno, sea como sea, pues sabe que no tendrá ninguna posibilidad mientras el partido de los trabajadores (PT) no desaparezca. En lugar de actuar como un crítico de izquierda que apoya lo que el gobierno tiene de progresista, ataca a mansalva y desperdicia la oportunidad de construir una alternativa a la izquierda del PT, de modo que finalmente se autorrelega a la intrascendencia política. 10



Esto no impide a Sader señalar las ambigüedades, que reconoce innumerables, comenzando por la propia declaración de Lula de que nunca los ricos ganaron tanto ni los pobres mejoraron tanto sus vidas, que deja en evidencia el camino a recorrer hacia la izquierda, cuyos aspectos cuestionables más importantes son, a su juicio, no haber roto con la hegemonía del capital financiero, haber profundizado el agronegocio centrado en la soja, con lo que ello implica en términos ecológicos, de seguridad alimentaria y el relegamiento de la economía familiar y el tibio avance sobre la reforma agraria y finalmente no tener una política decididamente crítica hacia Estados Unidos.

Sin embargo, Sader insiste con que Lula puede ser también considerado una experiencia a la izquierda, por sus políticas sociales, por la prioridad otorgada a la integración sur-sur, por haber detenido las privatizaciones, fortalecido la capacidad de intervención del Estado, detenido la precarización de las relaciones laborales y haber reducido el desempleo, aumentado el empleo formal y elevado el poder adquisitivo del salario mínimo. 11

Es como si desde la izquierda se insistiera examinar estas ambigüedades, tratando de encontrar en las mismas evidencia que establezca que se trata de procesos de reacomodamiento del modelo hegemónico neoliberal. La cuestión no es aquí en general, como el propio Sader lo demuestra, rechazar los enunciados, sino las preguntas a las que se supone que estos enunciados responden.

La izquierda a la que alude Sader, que podemos encontrar también en otras latitudes coincidiendo con la derecha en sus planteos, toma un microscopio y descubre el carácter híbrido de estos procesos. Frente a esto, Sader nos recuerda que lo que está en juego en la política no es una cuestión de hechos, aunque indudablemente requiere de un conocimiento ajustado de los hechos. No se trata, entonces, de una discusión sobre cuáles son los hechos, sino sobre su interpretación y allí aparecen los dos criterios de Sader. Uno se vincula a la política nacional, y es del tipo “carta robada”, esto es, un artificio para estimular la capacidad de poder apreciar lo que está ante los ojos: que el trasfondo y la opción de relevo más plausible de Lula, de resultar exitoso el desgaste de su gobierno propugnado por la izquierda, es una política tipo F. H. Cardozo, con lo que ello implicaría a nivel nacional y continental. Por tanto, apuntar los cañones sobre Lula como si se tratara del enemigo principal es, según Sader, un error. Es decir, contra ese trasfondo, las políticas contradictorias de Lula dan un saldo positivo. Y el otro es la política internacional, Brasil fue un gestor del rechazo al ALCA y de políticas de integración regional.

De esta manera, la coyuntura latinoamericana actual nos permite retomar “el curso de la historia” o “la sintonía con la historia”. ¿Qué quiere decir esto? Que recuperamos a la historia, no como el viejo sentido de la historia, sino como la idea de un desenlace de los procesos en curso, como un marco de interpretación plausible, aunque no garantizado, que permite tomar posición frente a los mismos. De ahí la necesidad del énfasis en que el neoliberalismo implicó una derrota ideologica mayúscula y la necesidad de dar también una batalla ideológica. Esta batalla es con el neoliberalismo y sus valores, pero también con la izquierda tradicional y sus análisis y estrategias maximalistas.

Para resumir, la estrategia de la izquierda tradicional parece ser tomar un microscopio e intentan analizar la naturaleza de la sustancia, sea Chavez, Lula; Evo Morales o el kirchnerismo. La respuesta es mirar por el microscopio, aceptar lo que allí se descubre, pero insistir que para comprender mejor lo que se ve en el microscopio necesitamos un gran angular, e incluso una filmadora. El gran angular, para ver la escena total, a los gobiernos nacionales en el contexto latinoamericano y mundial. Y la filmadora, para apreciar lo que sólo se puede apreciar cuando vemos la serie, de dónde venimos, como eran las cosas, como pueden volver a ser si lo que está en curso sale mal.

Es decir, en la discusión con la izquierda tradicional, no se trata de rechazar sus enunciados sino las preguntas para los que esos enunciados son respuestas. No se trata tanto de rechazar sus encunciados sino lo que se supone que estos enunciados establecen. También romper con el esencialismo de la izquierda tradicional es una batalla ideológica. El análisis de la ideología subyacente a la práctica de la fotografía en nuestra sociedad realizado por Susan Sontag en “En la caverna de Platón” merece todavía ser exhumado. 12


1.Trabajo presentado en el “III Seminario Internacional Antonio Gramsci. “Subalternidad y contra-hegemonías a 200 años de la independencia” Universidad Nacional de Bogotá, 13 y 14 de mayo de 2010, participación por teleconferencia.


2.Buenos Aires, Siglo XXI, 2009, trad. del portugués de Laura Granero, “Prólogo” de Álvaro García Linera.

3.Me he beneficiado en particular con el trabajo de Perry Anderson “Algunas observaciones históricas sobre la hegemonía” aparecido en Crítica y emancipación Año II, n° 3. Los mismos son accesibles en el sitio web: www.clacso.org

4.En el caso argentino, esta expresión tenía una connotación especial, produciendo una inversión de una de las estrofas de la “Marcha peronista” el himno identificatorio del mayor movimiento popular del país, el peronismo. En efecto en una de sus versos contiene la expresión “combatiendo al capital” que como la propia marcha lo indica remite a “principios sociales” y derechos laborales establecidos durante el gobiernode Juan Perón en de 1946-1955. En su lugar, el mismo movimiento nacionalista populista reconvertido al neoliberalismo bajo la presidencia de Carlos Menem desarrolló un discurso en la que esta actitud aparecía como un pecado que había que purgar, reemplazándolo por el discurso de la “seducción del capital”. Siguiendo la línea, el canciller de Menem Guido DiTella acuño la expresión “relaciones carnales” para referirse al viraje de la política hacia los Estados Unidos.


5.En relación al rol desempeñado por el concepto de democracia, véase el editorial de Emir Sader “Dos momentos del pensamiento social latinoamericano”Crítica y emancipación, año I, n° 1. En relación a la transformación del discurso izquierdista orientada a la adopación del discurso de los derechos Humanos, véase el estudio del caso uruguayo realizado por Vania Markarian “Los exiliados uruguayos y los derechos humanos ¿un lenguaje de la denuncia o un programa emancipatorio?” en Políticas de la memoria, Bs. As., CeDinCI, verano 2003/2004, nº 4 y “De la lógica revolucionaria a las razones humanitarias: La izquierda uruguaya en el exilio y las redes transnacionales de derechos humanos (1972-1976)” en Cuadernos del CLAEH No. 89, Montevideo: Centro Latinoamericano de Economía Humana, diciembre 2004. Por lo demás, la matriz jurídica que adoptó la lectura de los años de dictadura en los primeros años de democracia ha sido objeto de críticas en el sentido de que la misma recortó jurídicamente las responsabilidades, al individualizar a los autores materiales de los crímenes de lesa humanidad dejando en las sombras el sentido económico, político y cultural de los procesos dictatoriales. Véase Véase Naomi Klein, La doctrina del Shock. El auge del capitalismo del desastre, caps. 3-5; Marin, Juan Carlos La silla en la cabeza. Michel Foucault en una polémica sobre el poder y el saber, Buenos Aires, Nueva América, 1987, esp. pp. 75-76 y p. 90.


6.Véase Perry Anderson “Algunas observaciones históricas sobre la hegemonía” Crítica y emancipación, año II, n° 3, esp. pp. 221-222.

7.Naomi Klein en la obra citada documenta cómo los diferentes procesos de implantación del neoliberalismo fueron precedidos por “shocks” de alguna clase. En el caso de las experiencias inaugurales chilena y argentina, ese “shock” fue el terrorismo de estado orientado a desmantelar la red de cualquier posible resistencia a estas políticas (a nivel político, gremial, cultural, social, etc.).


8.Sostiene Zizek: “hoy (…) ya nadie considera seriamente alternativas posibles al capitalismo, mientras que la imaginación popular es perseguida por las visiones del inminente “colapso de la naturaleza”, del cese de toda vida en la Tierra: parece más fácil de imaginar el “fin del mundo” que un cambio mucho más modesto en un modo de producción, como si el capitalismo liberal fuera lo “real” que de algún modo sobrevivirá, incluso bajo una catástrofe ecológica global.” Ideología, un mapa de la cuestión, FCE, 2003, p. 7.

9.Sobre la cuestón de la hegemonía a nivel interestatal véase el artículo ya citado de Anderson.
10.Sader, op. cit., p. 81.
11.Ver op. cit., p. 82.

12.Susan Sontag “En la caverna de Platón” en su Sobre la fotografía, Edhasa, 1996.


1 comentario:

  1. se podría leer y comentar al terminar el libro de Sader, conjuntamente con un texto de Sanmartino enviado oportunamente

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