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miércoles, 26 de enero de 2011

"AHI" (donde comienza tu desnudez)


Crispación/cris-pasión/crisálida *… qué hermoso poder transformar el gesto rígido y contenido en el aleteo de una mariposa que levanta vuelo.

De la misma forma en que el kirchnerismo fue calificado como una anomalía (algo inesperado, que irrumpe), de pronto se produce también un corte en el significado de las palabras y ya no podemos seguir usándolas como siempre.

Muchas veces en estos “nuevos tiempos” (que en Carta Abierta hemos calificado como “cambio de época”) el vocabulario nos ha quedado corto para definir, clasificar y comprender la realidad. Necesitamos nuevas palabras, o mejor, resignificar o dotar de contenido a palabras que habían caído en desuso, se habían vaciado o se encontraban degradadas (“Estado”, “política”, “militancia”, “compañero” son algunas de ellas). “Este es un tiempo que trae consigo componentes inéditos como parte de una historia que jamás se repite, y plantea desafíos para los que no existen respuestas sino necesidad de buscarlas. Todo nuevo tiempo reclama palabras capaces de nombrar lo que hasta entonces no existía” (Carta Abierta 8, de aquí en más todas las citas en cursiva pertenecen a ese texto).

Este es un juego de ida y vuelta: la realidad nos provoca con sus indicios y sus señales, y nosotros provocamos a la realidad con nuestros nombres y definiciones.

En estos días transcurridos desde los homicidios de Mariano Ferreyra, y los cometidos en Formosa y Villa Soldati, nos hemos topado frente a frente con “lo aun no hecho”, “lo que ha sido intocado”, “lo que cruje y reacciona”, “las limitaciones que no fueron traspasadas en la vertiginosa marcha del proyecto en curso”, en definitiva, los entramados –ya no solo las palabras- que todavía no han sido redefinidos o resignificados.

¿Dónde entramos nosotros en esos “asuntos pendientes” para no ponernos en el lugar de los que “sólo optan por la expectativa”? ¿Qué hacemos con todo lo que el Otro nos ofrece, como un peludo de regalo, a la fuerza (la usurpación de un terreno, el corte de unas vías, su pensamiento disparado hacia un lugar "peligroso", su enojo, sus críticas bien o mal intencionadas, bien o mal fundamentadas)?

¿Qué pasa cuando traspasamos la capa “sociable” del Otro (sea el inmigrante, el boliviano, el extranjero, o –más perturbadoramente- nuestro vecino, nuestro pariente, nuestro compañero de un grupo político) y nos encontramos con lo que subyace en lo profundo? Cuando esa persona con la que nos sentábamos a charlar y compartir nos parece de pronto un desconocido, un autoritario, un desubicado, un impúdico que reclama por lo que cree tiene derecho (de allí a considerarlo una amenaza o un enemigo hay solo un paso). A veces no queremos ni ver lo que hay detrás, nos parece casi una exhibición obscena. ¿Por qué nos muestra esas cosas? ¡Ahora no, no es el momento! (No quiero verte en tu desnudez).

Pero recién “ahí” es cuando el Otro aparece verdaderamente como expresión de la alteridad (antes era “yo mismo” disfrazado de Otro). “Ahí”, en esa complejidad inoportunamente exhibida, en esa intimidad que no nos atrevemos a mirar de frente. “Ahí” es donde nos trabamos, “ahí” donde reaparecen las “voces muy antiguas y los textos muy conocidos”, “ahí” donde las palabras se vuelven vacías porque no encuentran correlato en la realidad (el proceso eleccionario de la CTA puede funcionar como ejemplo de las dificultades que deben resolver las iniciativas que intentan ser superadoras).

¿Cómo desatar esos nudos de sentido donde lo nuevo se entremezcla con lo viejo, donde no es posible descifrar a primera vista en qué casillero colocar nuestras percepciones y pensamientos? ¿Cómo hago para describir o clasificar –y sobre todo para actuar sobre- esa realidad? No es nada fácil.

Sin embargo no podríamos hablar de “doblar la apuesta”, de “deshacer las tramas”, de “buscar formas de superación”, de “despegarse de la comodidad de lo que se da por sentado”, de reclamar “una forma política capaz de abarcar una coalición nueva de ideas, estilos y actitudes”, de “profundizar la democracia” si no nos hacemos cargo de ese Otro, sino lo incluimos en nuestra visión del mundo, si terminamos –como siempre- reduciéndolo a un solo plano, y definiéndolo con un solo adjetivo. Asumir nuestro propio protagonismo en la historia significa asumir también nuestra propia responsabilidad.

Muchos de los que apoyamos el modelo que propone nuestra presidenta Cristina Fernandez (iniciado en el 2003 con la presidencia de Néstor Kirchner) pensamos que la idea de la no represión de las protestas sociales es una de sus columnas vertebrales. Nos aferramos a ella no como una tabla de salvación, sino con la intuición de que funciona como faro o guía. Hasta ahora se trataba de un simple hecho negativo, de una omisión, pero a partir de las tomas de Villa Soldati y del Club Albariños ha tomado una dimensión propositiva y constructiva. El principio de no represión de las protestas sociales ha puesto en juego la capacidad creativa de nuestros funcionarios.

Descartada la represión y la violencia, la negación del Otro y de sus necesidades (el niguneo), la expulsión… ¿Qué es lo que queda? Queda muy poco (de lo conocido). Hay que crearlo casi todo. Lo dijo Garré: es mucho más complejo no reprimir que reprimir. Exige un trabajo extra. Entramos aquí a “la apuesta al riesgo”. La apuesta al riesgo quiere decir que las cosas pueden salir mal (muy mal, teniendo en cuenta que los otros jugadores son Macri y Duhalde ofreciendo “orden”), pero hay que arriesgarse, hay que confiar en nuestra frase de cabecera, porque si la elegimos como faro, por algo es (me pregunto si en estos “nuevos tiempos” –que están exigiendo mayor responsabilidad y capacidad de respuesta de todos- la confianza no se genera más con acciones y decisiones coherentes con las ideas que proclamamos, que llamando a creer en las personas, cuyas motivaciones son siempre insondables y misteriosas).

¿Qué es lo que da a luz nuestra frase de cabecera? Ya no se trata solamente de no reprimir, se trata de crear un Ministerio de Seguridad, se trata de poner al frente a Nilda Garré, o lo que es lo mismo, a una mujer (¡qué "potencia instituyente" enorme tiene la presencia de mujeres en los ministerios y cargos de responsabilidad política, incluida la Justicia!, ¡cómo me gustaría verlas a todas en el balcón el 8 de marzo!), militante comprometida con la democracia y los derechos humanos, se trata de depurar a la Policía Federal y hacerla depender políticamente del Gobierno, se trata de censar a la gente que ocupaba el Indoamericano (pasan a ser personas con nombre y apellido y necesidades propias), se trata de que en forma inédita la Justicia (o mejor, la jueza Liberatori y el juez Rafecas, y antes, en el caso de Mariano Ferreyra, la jueza López y la fiscal Caamaño) no se desentiende de las consecuencias sociales ni del contexto político de las medidas que debe tomar, se trata de tener las agallas y la capacidad para descubrir, desarmar y denunciar el delito (la trama mafiosa que se esconde por detrás de las necesidades de la gente). Y más…

Este es un acto creativo en toda su expresión. De la “nada” surge algo nuevo. Las posibilidades de nuestra frase de cabecera son infinitas. Las intuíamos, pero no nos atrevimos a imaginarlas. Las dificultades propias de estar insertos históricamente en una cultura de la represión nos obstaculizaba imaginar lo que venía después de la no represión. ¿Cuáles son esos obstáculos? El miedo a lo desconocido, la falta de entrenamiento de la capacidad creativa, la percepción de que el Otro, en su desnudez, representa una amenaza, la costumbre de poner en práctica recetas antiguas (son recetas antiguas aun las que siempre considerábamos progresistas, cuando servían como actos de resistencia, si ahora no sirven como actos propositivos), las frustraciones que llevamos encima cada vez que hemos apostado a algo nuevo, la tentación de creer que los conflictos se resuelven apretando la tecla "Delete" para borrar del mapa a los mensajeros.

El acto creativo (la respuesta no estereotipada) es una necesidad que nos impone este “nuevo tiempo”. Y es una necesidad también la capacidad anticipatoria. No se trata de hacer “futurismo”. Se trata de que si nos contentamos con comentar las noticias de los diarios, siempre vamos a ir por detrás de los hechos.

El acto creativo es una decisión política (una toma de posición). Me animo a decir que el acto creativo potencia la capacidad anticipatoria. Solo produciendo y creando con “osadía y firmeza”, en nuestro propio seno (como singularidad, como grupo y como sociedad), en “la activa e inquieta coexistencia de los diverso y heterogéneo”, podemos ir un paso más allá, crecer, experimentar en carne propia lo que significan en forma real y concreta las ideas bajo las cuales nos embanderamos (¿qué significa no reprimir? ¿qué significa escuchar? ¿qué significa respetar al Otro? ¿qué significa “federalismo”?). Entonces quizá podamos adelantarnos con nuestros análisis y propuestas. “Es mucho, es complejo y es arduo”, pero es nuestra tarea.

“Ahí”, donde comienza la desnudez del Otro, pueden florecer mil flores.



Isabel de Gracia

29 de diciembre de 2010


*  del trabajo de Natalia Esponda difundido por bondi-local@gruposyahoo.com.ar y publicado en www.revistacartaabiertalaplata.blogspot.com

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